El Llamado del Bosque Olvidado

Era un martes cualquiera cuando la vi. La puerta no estaba donde solía estar, o mejor dicho, no debería estar en absoluto. Había aparecido en el rincón de mi sala, entre la estantería y la ventana. De madera antigua, con grabados que parecían latidos petrificados, desprendía un tenue resplandor que invitaba a cruzarla. Lo racional habría sido ignorarla, pero la curiosidad fue más fuerte. Al abrirla, el aire cambió. No era mi casa; era un bosque de árboles tan altos que sus copas desaparecen en la bruma. Las hojas emitían un murmullo constante, como si susurraran secretos en un idioma olvidado. El suelo estaba cubierto de musgo fosforescente, que brilla con cada paso que daba. Olía a tierra mojada y a algo dulce, como miel mezclada con misterio. Avancé, atraído por un sonido distante: una melodía, tan frágil como el cristal, que parecía provenir de un arroyo cercano. 

Al llegar, encontré el origen: una criatura diminuta, no más grande que mi mano, tocaba un instrumento que se asemejaba a una flauta hecha de luz. Sus alas, translúcidas y con destellos iridiscentes, se movían al ritmo de la música. Me observó con ojos enormes y brillantes. ¿Eres un viajero o un invasor? preguntó sin mover los labios. Su voz resonaba en mi mente. Un viajero, creo respondí, confundido. La criatura inclinó la cabeza, evaluándome. Entonces el bosque cambió. Los árboles se movieron, sus troncos retorciéndose como si fueran conscientes de mi presencia. El aire se volvió pesado, cargado de algo que no entendía pero podía sentir. Debes tomar una decisión dijo la criatura, ahora en un tono grave. 

Este mundo está muriendo. Si cruzaste esta puerta, significa que tienes algo que ofrecer. Puedes ayudarnos a restaurarlo, pero deberás dejar atrás lo que conoces. O puedes regresar por donde viniste y olvidar todo esto. La propuesta me paralizó. Mis ojos se posaron en el bosque, hermoso y lleno de vida, aunque también amenazado por una sombra invisible. Si me quedaba, podía marcar la diferencia, pero renunciaría a mi vida, mi familia, mi mundo. Si volvía, todo seguiría igual, pero ¿podría vivir sabiendo que abandoné un lugar que necesitaba mi ayuda? Tomé aire y sentí el peso de la decisión. 

Di un paso hacia la criatura. Me quedaré. La criatura sonrió, y el bosque se iluminó como si celebrara mi elección. Pero entonces, algo cambió. Mi cuerpo se sintió ligero, y al mirarme, noté que yo también brillaba. Estaba transformándome, convirtiéndome en parte de ese mundo. Has elegido bien dijo la criatura. Ahora eres uno de nosotros. Mientras mi cuerpo se adaptaba, entendí la revelación: no era un viajero ni un invasor. Siempre había sido parte de este lugar, solo que lo había olvidado. 

Cuando miré hacia atrás, la puerta había desaparecido.

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