
La automatización está transformando la economía global a un ritmo imparable. Según el Future of Jobs Report, actualmente, el 34% de las tareas laborales son realizadas por máquinas, y se espera que este porcentaje alcance el 42% para 2027. A medida que sectores como el procesamiento de datos alcanzan niveles de automatización de hasta el 65%, surgen preguntas relevantes sobre el futuro del empleo. Aunque esta promete avances tecnológicos y económicos, también plantea desafíos significativos para el trabajo y la estabilidad social. ¿Estamos preparados para equilibrar los beneficios y riesgos impuestos por la tecnología? Este editorial analiza el impacto de la automatización y sus posibles “soluciones”.
En el mundo laboral, la automatización ofrece beneficios indiscutibles: reduce costos, aumenta la eficiencia y minimiza errores humanos. Empresas y empresarios la prefieren porque incrementa la productividad y disminuye los tiempos de producción. Sin embargo, este progreso viene acompañado de preocupaciones. Jeremy Rifkin (1996), advierte que la tecnología eliminará empleos al sustituir la mano de obra humana en la mayoría de los sectores. Según Frey y Osborne (2013), casi el 47% de las profesiones actuales podrían desaparecer en el transcurso del 2025. En 2017, estudios de la OIT ya indicaban que el 26% de las ocupaciones eran realizadas por máquinas, una tendencia que sigue creciendo.
El impacto de la automatización no es uniforme. En países industrializados, la transición hacia empleos tecnológicos avanza más rápido gracias a inversiones en educación y capacitación. Sin embargo, en naciones en desarrollo, donde predominan los trabajos manuales, la tecnología agrava la desigualdad, dejando a millones en situaciones de vulnerabilidad. La aparición de nuevos roles, como programadores de inteligencia artificial y especialistas en robótica, no es siempre suficiente para absorber a los trabajadores desplazados por la tecnología.
Frente a este panorama, autores como Castells (1999) proponen una perspectiva alternativa. Según él, la automatización no es responsable directa del desempleo, sino la existencia de las políticas públicas y educativas las que determinan el impacto. Soluciones como la implementación de impuestos a las empresas que utilizan robots, defendida por figuras como Bill Gates, permitirían financiar la educación y reentrenamiento de trabajadores. Sin estas medidas, las ventajas económicas de la automatización solo beneficiarán a unos pocos, incrementando la brecha social.
En conclusión, este gran paso a la nueva era digital no debe verse solo como una amenaza, sino como una oportunidad para rediseñar el futuro del empleo. Promover políticas inclusivas, invertir en educación tecnológica, y fomentar la colaboración entre humanos y máquinas son pasos esenciales para minimizar el efecto negativo. También debemos replantearnos cómo distribuimos la riqueza generada por estas tecnologías para garantizar justicia social. Con medidas como impuestos a las empresas que usan robots, propuestas de reentrenamiento laboral y una planificación estructurada, es posible equilibrar el progreso tecnológico con las necesidades de la sociedad.
El futuro del empleo dependerá de nuestra capacidad para adaptarnos y actuar de manera proactiva e innovadora desde ahora.