Enigma del Ocaso

 

En un bello atardecer pigmentado de tonos dorados y naranjas, Karen caminaba por el sendero que rodeaba la colina detrás de su casa, un lugar que ella conocía muy bien y que siempre le brindaba paz. Pero esa tarde, algo insólito atrapó su mirada, una puerta de madera antigua y con inscripciones desconocidas, estaba encajada en el tronco de un árbol centenario. Nunca antes la había visto allí, a pesar de sus innumerables caminatas por el área. No pudo con la curiosidad, Karen extendió su mano y giró el pomo que estaba completamente oxidado, al abrir la puerta, un rayo de luz inimaginable la envolvió, y de repente se encontró en otro mundo. 

El aire era fresco, con un aroma a hierbas y flores desconocidas. El suelo cubierto de césped suave y brillante, emitía una luz al contacto. Grandes estructuras de piedra, cubiertas de musgo y enredaderas, que se alzaban a su alrededor, volviendo su mirada a una civilización perdida en el tiempo. Karen avanzó lentamente y con cautela, absorbida por la belleza y el misterio del lugar. De pronto, escuchó un murmullo, ella siguió el sonido y llegó a un diáfano sitio donde un grupo de seres etéreos, con alas doradas y ojos relucientes, parecían celebrar un ritual; al notar su presencia uno de ellos se acercó flotando. 

—Bienvenida, viajera —dijo con una voz suave y melodiosa—. Soy Dorelan, guardián del ocaso, este es el Reino del Crepúsculo, un lugar donde el tiempo y el espacio se entrelazan.¡Has sido elegida para resolver el enigma que amenaza nuestra existencia!. Karen escuchó atentamente mientras Dorelan explicaba que un antiguo mal había despertado, creando una grieta en el tejido de su mundo, el reino se desvanecería si no se encontraba y sellaba la fuente de la oscuridad antes de la última luz del ocaso. Guiada por Dorelan y acompañada por un grupo de hermosas criaturas luminosas, Karen se adentró en el corazón del bosque. A medida que avanzaban, los desafíos se multiplicaban: laberintos que cambiaban de forma, sombras que susurraban engaños y espejismos que trataban de confundir su camino, pero su determinación no la hizo desistir. 

Finalmente, llegaron a un altar antiguo, rodeado de columnas quebradas, en el centro una esfera oscura palpitaba con una energía maligna, Karen comprendió que debía enfrentarse a sus propios miedos para purificar el artefacto y restaurar la paz en el reino. Cerró los ojos y recordó todos los momentos de valentía y amor en su vida, con un grito de coraje tocó la esfera que se iluminó y estalló en una explosión de luz pura. Cuando la luz se desvaneció Karen se encontró de nuevo en el diáfano lugar rodeada por las criaturas del reino, que ahora brillaban con una intensidad renovada. Dorelan se inclinó ante ella en señal de gratitud. 

—Has salvado nuestro mundo, y por ello, siempre tendrás un lugar aquí. Pero sabemos que debes regresar al tuyo. Con una sensación de paz y propósito, Karen atravesó de nuevo la puerta, cerrándola suavemente y trás de ella el sol se había puesto completamente, recordándole que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay un enigma por resolver y un atardecer por admirar.

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