La Puerta de Cristal

Era un día cualquiera. Caminaba por el parque cerca de mi casa, como siempre, con mis audífonos puestos y mi playlist favorita. Todo era normal, hasta que vi algo raro.

En medio de los árboles había una puerta de cristal. Era como esas que ves en las películas: brillante, alta, y demasiado fuera de lugar. Me detuve, miré alrededor para ver si alguien más la había notado, pero no. Todo el mundo seguía en lo suyo.

Mi corazón empezó a latir más rápido. No sé por qué, pero algo en mí decía que tenía que abrirla. Me acerqué y toqué el pomo. Estaba frío, casi helado. La abrí, y en ese instante sentí como si un viento me empujara hacia adelante.

Cuando miré otra vez, ya no estaba en el parque. Estaba en un lugar completamente diferente. El cielo era de colores que nunca había visto: morados, dorados y verdes, como una pintura rara. Los árboles eran enormes, con hojas que brillaban como estrellas. Había ríos, pero flotaban en el aire como si no existiera la gravedad.

Me sentí pequeña, como si todo eso fuera demasiado para mí. Entonces, escuché un ruido. Me giré rápido, asustada, y vi algo en una roca. Era una criatura extraña, como un gato gigante con alas de ave. Sus ojos brillaban en un tono dorado, y cuando habló, casi me caigo del susto.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó.

Yo estaba en shock. Apenas pude responderle que no tenía idea, que solo había abierto una puerta en el parque. Él me miró como si supiera más de mí que yo misma.

—Esto es Lunaria, un mundo que conecta otros mundos. Solo llegan aquí los que se sienten perdidos —dijo, y eso me golpeó fuerte.

¿Perdida? Pensé que estaba bien, pero tal vez no lo estaba. Últimamente sentía que mi vida era aburrida, como si nada tuviera sentido.

El gato con alas, que se presentó como Bigotes, me dijo que para regresar a casa tenía que encontrar algo llamado el “Nexo de las Almas”. Estaba en un bosque gigante, donde era fácil perderse.

Caminé mucho, y el bosque me confundía. Todo era igual: los mismos árboles, los mismos sonidos. Llegó un punto en el que sentí que no podía más, y entonces pasó algo raro.

De repente, estaba en mi cuarto. Todo era normal, pero había un espejo frente a mí. En el reflejo vi algo que me dejó helada: era yo, pero más segura, más valiente.

Una voz sonó en mi cabeza: “Para salir de aquí, tienes que enfrentar lo que más temes.”

Tomé aire, cerré los ojos y toqué el espejo. Cuando los abrí, estaba de vuelta en el bosque, y en mi mano tenía el cristal.

Regresé con Bigotes. Él sonrió y dijo:

—Ya sabes lo que debes hacer.

Cuando volví al parque, la puerta ya no estaba. Pero algo en mí había cambiado. Ahora veía el mundo de otra manera, y sabía que, aunque a veces me sintiera perdida, tenía la fuerza para encontrar mi camino.

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