
Prólogo
Soy Mateo, y desde que nací he tenido la vida fácil, ya que tengo una casa gigante con todos los juguetes de la más alta calidad a mi disposición todo el tiempo. También tengo sirvientas a las que yo considero mis madres, ya que me han dado todo lo que mi mamá debería haberme dado. Mi mamá biológica no pasa en casa y nunca tiene tiempo para mí, y para variar nunca conocí a mi papá por lo que solo paso el tiempo jugando con mis juguetes y con Lucy, Carla y María.
Capítulo 1: La puerta
Yo siempre he sido un chico aventurero, y desde que aprendí a caminar no he hecho más que pasear por la casa, dando vueltas por los pasillos en mi carrito mientras era perseguido por Lucy y María, ya que era una casa gigante, mientras por otro lado, Carla hacía la comida. Y cuando no hacía eso, jugaba con mis carritos pequeños. Pero todo cambió un día común y corriente, mientras estaba siendo perseguido por ellas, ya que al pasar por un pasillo que siempre me ha parecido más y más largo cada vez que pasaba por ahí, vi de reojo una puerta en donde jamás había visto una, pero iba demasiado rápido y no pude notar los detalles, pero al regresar a ver, la puerta había desaparecido.
Todos nos detuvimos y yo dije:
– ¿Vieron esa puerta?
– ¿Cuál puerta Mateo?
– …Nada, creo que solo fue mi imaginación.
Esperaba que lo fuera, pero no lo fue, ya que cada vez que pasaba por ahí, la veía, solo por un segundo, como si no quisiera ser vista, y cada que me nota se oculta.
Una noche, me decidí a ir ahí, pero esta vez solo, y cuando regresé a ver al mismo lugar, haciendo lo mismo que he hecho todas estas veces que la he visto, ahí estaba, pero esta vez, logré detenerme y seguía allí, como si no me viera, pero sentí que alguien o algo me observaba, por lo que sabía que la puerta estaba consciente de que yo estaba ahí, parado justo al frente de ella. Era gris, pero parecía hecha de madera, una madera que jamás había visto pero de la que me han contado varias veces, aunque también parecía como si se hubiera “podrido”. Cuando intenté acercarme más, Carla gritó detrás mío:
– ¡Mateo!
Yo por instinto volteé a ver, pero me di cuenta tarde del error que había cometido, ya que al regresar a ver a donde debería estar la puerta, sólo estaba la misma pared colorida que me ha visto crecer durante 8 años.
Capítulo 2: El plan
Carla me dijo que jamás intentara ver esa puerta de nuevo, porque una vez, ella logró tocarla y girar la manilla, pero justo antes de que pueda jalar la puerta para abrirla, cabe aclarar que ninguna puerta de la casa se puede jalar desde el pasillo, algo la empujó y despertó en una camilla, como si hubiera salido de una cirugía.
– ¿Entendiste Mateo?
-Si mami.
Pero como típico niño de 10 años, intenté de nuevo, esta vez asegurándome de que todas estaban dormidas y de que mi mamá no volviera para antes de las 12:00 am. pero esta vez, intenté algo diferente: Noté que la puerta sabía cuándo la veían, y como la última vez que la vi marqué exactamente en donde pensé que se encontraba, decidí intentar acercarme con los ojos cerrados, pero no pude sentir nada, incluso después de ir pegado hacia la derecha por toda la pared, pero justo antes de rendirme y abrir los ojos, decidí intentar hacia la izquierda.
Capítulo 3: El otro lado
Mientras deslizaba mi mano por la pared, empecé a notar que, aparte de sentir más y más frío con cada paso que daba, la pared era extremadamente larga, muchísimo más larga de lo que jamás ha sido. Me empecé a asustar, pero decidí que esta vez lograría entrar en esa puerta, y luego de un rato caminando, sentí una manilla. Estaba helada, como si fuera la puerta de un congelador metálico, pero no podía arriesgarme a abrir los ojos para descubrir que era, entonces solo la agarré e intenté girarla, pero estaba completamente congelada. Decidí abrir los ojos y entonces vi la misma puerta, pero esta vez completamente congelada. Por más que intentaba quitar mis ojos de ella, parecía que me atraía más fuerte la mirada. Tenía algo, algo que no podía dejar de ver que en ningún momento noté que tenía: Una flor.
La puerta tenía una flor rosada con un centro amarillo que parecía pintada por un niño de 6 años, pero cuando intenté quitar mi mano, esta estaba completamente congelada. Me asusté, pero no quería despertar a ninguna, por lo que solo intenté girar la manilla de nuevo, y lo logré, pero lo que estaba del otro lado era algo que jamás imaginé que podría estar en mi casa. Era un mundo helado, no solo por el frío que hacía y también por el clima nevado, sino también porque a lo lejos se alcanzaban a ver cosas como castillos antiguos, pero completamente congelados, pero lo que más me sorprendió fue un gatito que no pasaba de los 5 meses de edad. Era blanco como la nieve que lo rodeaba, por lo que no fue fácil encontrarlo con la mirada, pero cuando lo hice, me intenté acercar a él para acariciarlo y llevarlo de vuelta a dentro, pero cuando me estaba acercando, alguien me jaló del brazo y me empezó a arrastrar de regreso, pero mientras eso pasaba, vi como el gatito se transformó en una bestia gigante que parecía hecha de hielo, y cuando regresamos, la persona cerró la puerta con llave.
-Hijo, ¿estás bien? Me preguntó
– ¿Hijo? Espera, ¿Papá?
Jamás lo había visto, pero se parecía mucho a mi por lo que supe que era mi papá. Desde ese momento me contó cómo estuvo encerrado en ese lugar por 10 años.
– ¿Estuviste ahí adentro desde antes de que nazca?
-Así es, pero mira como has crecido, desde ahora podré pasar tiempo contigo. También, gracias por salvarme, desde que entré no pude encontrar la salida, todo era prácticamente igual.